UNA EXPERIENCIA DE HUMBERTO MOLINA A.
Remembranzas de tiempos vividos en Culpina
Lucho y yo tomamos un taxi rumbo a Culpina, volvíamos después de muchas décadas a ver sus cambios. Oh, sorpresa, el camino tenía otro trazo, y al pueblo le dieron la vuelta como calcetín, está transformado en forma, color y olor, con más carencias que comodidades, con las necesidades propias del subdesarrollo.
Nos alegramos al ver el Tranque Culpina-Mayu, que impertérrito sigue reflexionando sobre el tiempo y el espacio. Con la columna de la destilería que aún permanece erguida hablando con los dioses y pocas edificaciones más.
Por qué tanta curiosidad: nuestro papá subía a Culpina periódicamente durante dos o tres días, como dentista: atendía a los funcionarios de SAGIC SA. Lucho y yo lo acompañábamos en muchos de esos viajes, nos alojaban en la Casa de Hacienda y a veces coincidíamos con el médico Dr. Pedro Valdivieso, que cumplía la misma tarea.
Éramos niños-púberes y aunque la memoria se edita cada vez que uno recuerda, me quedan huellas imborrables de la Culpina de esos tiempos: almorzábamos en la pensión de doña Delfina, mamá de Gastón Schmidt, con el que también coincidíamos algunas veces. En una ocasión hicimos una parrillada de cordero en los campos de Ingahuasi, se sabía que era muy buen estudiante de medicina en Sucre.
LAS CHANCHERÍAS
La primera vez que fui a visitar las chancherías, casi pierdo la consciencia al ver chanchos colorados enormes, me parecieron del tamaño de un burro (en Isuma, mi abuelo engordaba chanchos grandes, pero ninguno como esos gigantones de Culpina).
EL TRANQUE
Mientras mi papá atendía a sus pacientes me prestaban un caballo para pasear y dar una vuelta por el imponente “Tranque”, un muro de piedra y concreto con compuertas que retenía un lago, una inmensidad de agua, simplemente impresionante, me parecía una obra de otro mundo.
En época de cosecha de cebada aparecían cientos de palomas; en una ocasión con Roberto Gonzales, cazaron gran cantidad, disparaban a la bandada y caía media docena de torcazas.
EL HOSPITAL
¡¡Y el hospital!! Del hospital se miraba un patio vecino con monjas cultivando hortalizas. Se comentaba que por el hospital habían pasado los mejores médicos de Sucre Como “Chalto” Valda, A. Arce entre otros. Ya sólo conocí a un enfermero, don Benito, que con maestría curaba heridas, atendía partos y creo realizaba algunas intervenciones menores. Fungía como director y dueño del moderno hospital. Ya en la noche íbamos a charlar y jugar loba con un amigo mayor de mi papá, creo era el señor Martearena.
LO IMPORTANTE ERA CULPINA
Yo me preguntaba por qué había “cosas” tan importantes en Culpina, pueblo más pequeño que Camargo. Recién en 2014 encontré respuesta a mis inquietudes juveniles, leyendo el libro, o más bien el tratado, o mejor la enciclopedia titulada: “San Pedro testigo de los tiempos” de Esther Ayllón y María Angélica Kirigin, sobre el primer complejo agroindustrial de Bolivia, cuyo corazón privilegiado era Culpina.
Allí construyeron una destilería de alcohol. Ganadería de vacas, cerdos, ovejas, y caballos. Pista de aterrizaje. Una represa, el monumental Tranque Culpina-Mayu. Un hospital envidiable. El camino Ingahuasi-Culpina-Sa Pedro-Cotagaita. Decenas de casas para sus empleados y un largo etc.
Tengo la impresión de que, aunque la bodega de San Pedro, en su época de oro, fue la más moderna de Latinoamérica, ocupaba un segundo lugar en las prioridades del proyecto integral de la Sociedad Agrícola Ganadera e Industrial de Cinti (SAGIC) S.A. no en vano había la experiencia e inversión de Simón I Patiño.
HMA. Octubre 2024