Miércoles, 22 de Enero de 2025
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​MURIÓ ALBERTO VILLALPANDO DÁVALOS

Se fue don “Villar”, el hombre del dedal y de la puntada fina

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Se fue don “Villar”, el hombre del dedal y de la puntada fina
De los Cintis

Se fue don “Villar”. Así le llamaban a don Alberto Villalpando Dávalos, el hombre que muy joven se hizo sastre formándose en Buenos Aires, apasionado del fútbol, devorador de cuanta hoja con letras pasaba por sus manos y meticuloso conversador mientras daba finas puntadas a sus telas para transformarlas en pantalón o elegantes sacos.

Murió la tarde del miércoles 15 de enero, en Potosí, a donde fue transportado por una emergencia de salud. Nació en Culpina el 8 de abril de 1933 y perdió la vida a los 91 años con nueve meses y seis días dejando una huella imborrable en la sociedad culpineña.

Tras la lamentable noticia, las muestras de pesar no se hicieron esperar en las cuentas de Facebook, pues don “Villar” fue una persona muy querida y respetada por su gente. Por ejemplo, la profesora Elizabeth Guevara, exalcaldesa de Culpina, escribió: “Mis condolencias para toda la familia Villalpando por la pérdida de mi compadre Alberto, una persona muy noble”.

Por su parte, Eduardo “Lalo” Iporre dijo: “Mi más sentido pésame a toda la familia tengo muy buenos recuerdos con don Alberto, ¡hasta siempre querido amigo!”

AMIGO DE TODOS

Y es verdad… Don Alberto fue amigo de todos. Un don que cultivó mientras costuraba con tanto detalle los pantalones y le ponía un cariño especial a cada saco que confeccionaba.

Sus ojos y manos se concentraban en su apasionado oficio, pero su voz hilvanaba cuanta conversación posible con todo aquel que llegaba a su taller, ya para contratar sus servicios o por nada más saludarlo y charlar.

Y cuando uno le provocaba hablar de historia, en especial de su pueblo, era como hurgar un hormiguero, pues se desbordaba en datos, nombres, descripciones y lugares cual hombre siente revivir sus emociones más intensas.

SASTRE

Su hija, María Elena Villalpando, cuenta que su padre, de muy joven, se fue a trabajar a Argentina y estando en Buenos Aires aprovechó para formarse como sastre en un instituto. Luego, a partir de sus 25 años brindó sus servicios en Culpina, donde no solo era requerido por la clientela local sino también muy solicitado por los vecinos de Incahuasi y Villa Charcas.

Ejerció de sastre, pero también lo hizo como maestro al enseñar las técnicas de su oficio a varios jóvenes que trabajaron de operarios. No se guardó nada, todos sus conocimientos los compartió con quienes se convirtieron en sus ayudantes, que hoy gozan de ese oficio.

LA PLANCHA DE CARBÓN

Don Alberto fue un hombre que atizó las brasas de su plancha para dejar impecable sus obras, el que usaba el dedal con tanta maestría, en finas puntadas, que dejaban los hilos simétricamente dispuestos como si se tratara de una costura industrial.

Le daba duro al pedal de su máquina de coser, desde muy tempranas horas de la mañana y hasta altas horas de la noche, cuando los requerimientos de sus clientes no le daban tregua, algo frecuente.

Fue un hombre que ensartó la aguja con la luz del día, la luz de la lampara a kerosene y la luz eléctrica con tanta precisión que le llevó a ejercer su oficio hasta sus 80 años, cuando por razones de salud dejó lo que más quería.

LEÍA MUCHO

Don Villar fue un hombre de leer mucho. María Elena dice que se devoraba los periódicos, algo que no había que hacerle faltar. Le gustaba leer Selecciones, aquella pequeña revista que venía con un sinfín de historias, que se las engullía sin importar de qué año eran. Y de las revistas de fútbol, de aquellas que llegaban de Argentina, ni qué decir.

También era un asiduo escucha de la radio, fiel seguidor de Radio Panamericana y capaz en envolverse con pasión en los relatos de los partidos de fútbol.

AMANTE DEL FÚTBOL

Fanático del fútbol, hombre que no faltaba a la cancha todos los domingos o cuando los partidos lo convocaban. Fue jugador y dirigente de Litoral, club de su barrio.

Se fue don Villar “uno de los últimos culpineños de pura cepa”, escribió en su condolencia Freddy Sánchez Galván, para despedir a un personaje que, con humildad y calidad de trabajo, se ganó el respeto de todos quienes le conocieron.

(En la fotografía de esta nota don Alberto Villalpando junto a su esposa doña Alfonsa Coya)

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