Viernes, 22 de Noviembre de 2024
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GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Masacre en el Valle de Cinti

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Masacre en el Valle de Cinti
Ing. Hugo Canedo Gutiérrez

Hoy narraremos los hechos sangrientos que se dieron en el valle de Cinti, sucesos muy lamentables para las armas de la Patria.

El año de 1815, en las provincias de Charcas, la guerra de guerrillas se acentuaba cada vez más; los patriotas luchaban heroicamente a lo largo y ancho de su territorio. Esperaban el arribo de nuevas fuerzas del Sur; pues, el general Rondeau, se aproximaba cada vez más al territorio de los Andes.

Don Vicente Camargo y sus valientes hostigaban al enemigo por el sector de la hacienda de San Pedro; el 27 de marzo, parapetados detrás de las paredes de una viña, dieron fuerte combate a las fuerzas del comandante Aguilera, ya en horas de la tarde, decidió retirarse conjuntamente los comandantes Caballero y Villarrubia.

Al día siguiente, el comandante Caballero tuvo una incursión satisfactoria en nuevo enfrentamiento por el sector de La Quemada, rio arriba de La Palca, contra un contingente que trasladaba pertrechos y vituallas enviadas por el general Pezuela desde el cuartel general de Cotagaita. Despues del combate, Caballero con una fracción de tropa se parapetó en los lugares de la Parroquia y el Patronato. Conocedor el comandante Aguilera por las noticias que le dieron sus espías, inmediatamente con su caballería se dirigió en ese lugar, priorizando como objetivo principal la hacienda de la Parroquia a la que arribo a primeras horas de la mañana, logrando sorprenderlos; sin embargo, los patriotas respondieron prontamente al ataque.

En parte de guerra que redactó el comandante Aguilera, señalaba al respecto:

“Marché rápidamente a la Parroquia donde sólo encontré corta resistencia del enemigo cuando empezó a dispararme, habiéndoles muerto más de doscientos, tomándoles cinco prisioneros, entre estos al caudillo Caballero comandante de Tacaquira con caballo y apero. A los primeros después de auxiliarlos por el Tte. Cura les di el premio que merecían, y al segundo me ha parecido conveniente traerlo a este puesto para hacerle mismo con más honor, como a comandante a presencia de toda mi división y hacer conocer también el mérito que le acompaña de ser un desertor de nuestro ejército”.

Continuando con su informe, no ocultaba ningún rubor en manifestar las órdenes que había dispuesto en contra los prisioneros.

“Le hubiese hecho cerca de cien prisioneros, pero como mi gente estaba tan furioso por la audacia con que fueron provocados ayer, sin tener arbitrios para atenderlos, todo lo llevaron al debido efecto de bala y bayoneta”.

[…] Me es interesante pasar a Cinti a reponer mi caballería, han sepultado los cadáveres para que no haya fetidez y enfermen mis soldados. Ya no tengo más que 4.000 y tantos cartuchos de repuesto. Entre los muertos se ha encontrado un capitán de Taqcaquira y dos de los artilleros de Jáuregui pasados al enemigo. Campamento de Palca

Grande, marzo 29 de 1815. Francisco Aguilera”. (ABNB. PZ, 1.14-1-3 D. 1.14.2. 1815: f. 84).

Es por demás doloroso y censurable conocer actitudes sanguinarias, como la que hemos visto de parte de quienes se consideraban magnánimos vasallos del Rey. Si bien, la guerra es un enfrentamiento armado en que cada bando tiene sus ideales, de ninguna manera se justifican hechos sangrientos efectuados en masa; debió ser muy triste e indignante para los combatientes de la Patria la pérdida de tanto patriota.

En plena campaña de la Guerra de la Independencia, hubo combatientes españoles que optaron por engrosar las filas patriotas; seguramente, convencidos de los nobles derechos de libertad, es que militaron en el bando opuesto. Estos hombres merecen todo nuestro reconocimiento y no aquellos oficiales españoles que a último momento dijeron ser patriotas; ahí los tenemos a los coroneles Carlos María de Ortega (Sector de Oruro), Francisco López (Sector de Chuquisaca), coronel Carlos Medinaceli (sector de los Cintis) y muchos otros más, que hicieron gemir en llanto y dolor a los habitantes de Charcas, y, paradójicamente al final, fueron a constituirse en los primeros oficiales del ejército de la República de Bolivia.

¡Honor y Gloria a los anónimos del valle de Cinti, al comandante Caballero y al capitán de Tacaquira¡

Otro sanguinario fue el coronel Carlos Medinaceli. Puesto que, al estar en persecución de patriotas en el sector de Uruchini, valles de San Lucas de Payacollo se topó con la retaguardia de un comandante patriota, y, en una actitud deshonesta se hizo pasar por soldados de la patria, convenciendo de esta manera a los veinte guerrilleros, y luego de hacerles prisioneros, y, sin ningún proceso, los paso por las armas; así murieron estos valientes de charcas. Luego Medinaceli en su parte de guerra sin ningún rubor manifestaba:

“Al cabo el cielo me ha proporcionado un día feliz para cumplir mis deseos, y después de tantas intemperies e incesantes desvelos, de dar a V.S. un parte que lisonjea a mi expedición, de la que anoticie en oficio anterior [………] Que despreciando toda fatiga y sin reparar todo el sacrificio de sus vidas se someten al enemigo con aquel valor y entusiasmo que como verdaderos vasallos de nuestro amado Monarca el Sr. D. Fernando VII aspiran a sacar con todo lucimiento sus armas”. (Papachacra, 18 de marzo de 1818. ABNB. PZ. La Gaceta de Lima No. 25, 1818: f. 123.

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Este patriota tuvo por padres a don Pedro Cuiza y doña Juana Gómez, vecino del sector de Caichoca, río de San Lucas, propietario de la hacienda de Torre Molino, próxima a la finca de don Gregorio Méndez. Casado con doña Manuela Salazar, tuvo dos hijos Isidro y Miguel y en segundas nupcias (1822) con doña María Moreno a don José María Cuiza.


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